Durante una temporada tenemos en cuenta todo lo que se debe entrenar. Planificamos el entrenamiento técnico, el entrenamiento de la táctica individual y colectiva, el trabajo y la carga física y todo el entrenamiento en forma de vídeos, charlas con los jugadores, etc. Desarrollamos los entrenamientos más adecuados para cada semana y a veces nos volvemos un poco locos analizando lo que no sabemos si es mejor analizar o no.
Después de muchos años al frente de Equipos he descubierto que debemos darle mucha más importancia al entrenamiento de las emociones. Debemos entrenar a nuestros jugadores emocionalmente. Les debemos ayudar en la gestión de las emociones que se viven durante la competición.
A veces olvidamos que los jugadores son personas ,y como tales, tienen su carrusel particular de sensaciones, de emociones y un vaivén de sentimientos encontrados. El entrenamiento emocional debe tener una importante cuota en todo aquello que hagamos como entrenadores. No me refiero solamente a las charlas individuales o colectivas con ellos, sino también a aquellas pequeñas acciones o gestos que tenemos, de forma individual o colectiva.
Una buena salud emocional de nuestros jugadores les permitirá superar mejor los retos que les propongamos de forma individual y en consecuencia afrontar positivamente los retos que propongamos al Equipo.
Estar entrenados emocionalmente les ayudará a desarrollar la alegría, a fortalecer su autoestima y a liberarse de culpas. A menudo ,cuando hablo con alguno de ellos, me traslada sus sensaciones de culpa por este o aquel error cometido o simplemente se muestra sorprendido cuando le hablo de sus fortalezas y de su potencial.
Cuando tenemos un Equipo emocionalmente fuerte se nota… se transmite… los jugadores lo transmiten y el Entrenador lo agradece. Cuando un Equipo es emocionalmente fuerte se desarman los miedos y aumenta exponencialmente el rendimiento.
Creo que debemos saber “todo” lo que les pasa por sus cabezas, para descubrir sus posibles bloqueos y hallar, de este modo, las posibles limitaciones mentales que estén impidiendo su óptimo rendimiento. Debemos entonces trabajar con ellos esa emoción y ayudarle a superarla, a superarse. El primer paso como entrenador es trabajar con el para descubrirla y creer que nuestro trabajo en esta faceta del entrenamiento también es muy importante.
Quizás esta parte del entrenamiento debería aplicarse desde las etapas más formativas, cuando el jugador es solamente un niño que esta despertando y viendo y viviendo en el mundo por primera vez. Quizás así, con el tiempo y con el entrenamiento, tendremos jugadores más completos, más seguros, más fuertes mentalmente, con mayor autoestima y sin miedos. A lo mejor con el tiempo y con el entrenamiento emocional en marcha, conseguimos ,de “rebote”, mejores personas para construir una sociedad y un mundo mejor.
Quizás con todo esto conseguimos relajarnos y permitir que todo fluya…
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