La lesión emocional del futbolista del Barça Ronald Araújo ha puesto sobre la mesa de nuevo la importancia del entrenamiento mental. Damos por hecho que debemos ejercitar nuestro cuerpo para encontrar la forma física óptima para competir, pero aún hoy, casi en el año 2026 obviamos el entrenamiento mental.
Lo primero; respeto al deportista. Nadie, excepto él, conoce las sensaciones, pensamientos, sentimientos y emociones que le habitan, en este momento, en su mundo interior. Ninguna persona debería atreverse a juzgar nada de nadie, y sin embargo las redes están llenas de comentarios de una bajeza humana contra el jugador y su estado, que no me atrevo ni a catalogar. Del mismo modo las tertulias deportivas han ocupado su tiempo con dires y diretes. Un caldo de cultivo perfecto para despertar la ansiedad en el deportista. Muchos de los que a menudo hablan de fútbol en ellas no han jugado nunca a nada ni han pisado un vestuario en su vida. Opinar es gratis. A algunos les debería salir caro. Algunos deberían vivirlo en sus carnes al menos una vez.
Llevo años trabajando con deportistas el aspecto mental mediante sesiones de coaching. Jugadores de todas las edades, de distintos deportes y de diferentes categorías. Llegan con frustraciones, con niveles elevadísimos de autoexigencia y con las expectativas propias y ajenas por las nubes. El entorno muchas veces no ayuda. Los jóvenes se relacionan fatal con el error y eso desencadena una serie de emociones que afectan a su rendimiento y progresión. Además la mayoría vive en la inmediatez, en el todo rápido y ya, y en la sobreprotección de su entorno. Cóctel perfecto para ser carne de cañón emocional.
El deportista primero es persona. Da igual lo que cobre para medir lo «deprimido» que puede estar, o frustrado, o agobiado, o miedoso, o tembloroso, o vulnerable. Es una persona ante todo y la presión es constante y desgasta y pesa y a veces duele. Se ha normalizado ir a un campo de fútbol o a un Pabellón de Hockey o Básquet o de lo que sea y gritar y criticar al deportista ya sea jugador o entrenador o árbitro. Criticar y criticar y criticar y hablar y hablar y hablar. Sin coste alguno. Sin filtros. Eso sí en modo cobarde y siendo un proyecto frustrado de persona. Algunos lo hacen en las redes, pocos a cara descubierta, muchos detrás de un perfil impersonal. Me atrevo a decir a que la mayor parte de ellos tienen problemas serios para liderar sus vidas, eso sí, dan clases sobre liderazgo a los demás. No me imagino ir a comprar el pan e insultar al panadero por la textura de la barra en cuestión.
Todo esto debe terminar. Debemos pararlo y educarnos. Nada es gratis y todo tiene un impacto en los demás. Algunos están más entrenados que otros para gestionarlo. Basta ya de criticar por criticar y de juzgar por juzgar. Para mi entrenarse mentalmente es básico en el mundo del deporte y de la vida y cuanto antes se empiece mejor. Es difícil que cambie el mundo y su gente; pero sí puedo cambiar yo.
Ronald es uno más de los que ha dicho basta. Su cuerpo le ha hablado y le ha obligado a parar. Su mente le ha enviado el mismo mensaje. Es una pena que todo esto sea un tabú. La terapia salva vidas y mejora los sueños y el corazón que la gente le quiere poner a las cosas. Ir a terapia debería ser obligatorio para todos.
Que se vayan de una vez de nuestra sociedad aquellos que creen que pueden con todo. Que se vayan los que no paran de criticar a los demás. Que se vayan aquellos que no pueden ser un ejemplo para los niños y niñas que algún día serán adultos. Que se vayan lo que se ríen de lo vulnerable que hay en las personas. Que se vayan lejos o que se callen o pidan perdón, vayan a terapia y reparen todas sus envidias, frustraciones, autoestima y por fin puedan ayudar a los demás.
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